25 Ante su avance, los hombres de Macabeo, en rogativas a Dios,
cubrieron de polvo su cabeza y ciñeron de sayal la cintura;
26 y, postrándose delante del Altar, a su pie, pedían a Dios que,
mostrándose propicio con ellos, se hiciera enemigo de sus enemigos y
adversario de sus adversarios, como declara la Ley.
27 Al acabar la plegaria, tomaron las armas y avanzaron un buen
trecho fuera de la ciudad; cuando estaban cerca de sus enemigos, se
detuvieron.
28 A poco de difundirse la claridad del sol naciente, ambos bandos se
lanzaron al combate; los unos tenían como garantía del éxito y de la
victoria, además de su valor, el recurso al Señor; los otros combatían con la
furia como guía de sus luchas.
29 En lo recio de la batalla, aparecieron desde el cielo ante los
adversarios cinco hombres majestuosos montados en caballos con frenos de
oro, que se pusieron al frente de los judíos;
30 colocaron a Macabeo en medio de ellos y, cubriéndole con sus
armaduras, le hacían invulnerable; arrojaban sobre los adversarios saetas y
rayos, por lo que heridos de ceguera se dispersaban en completo desorden.